Cuando en 1865, en cumplimiento de las leyes de desamortización, el estado anuncia la venta de las corralizas de Cortechiquita, Campaderanueva y Saragoria así como la venta de la corraliza de Chapalangotea o Guence, varios vecinos de Artajona (D. Juan José Iriarte Echagüe, D. Antonio Zalduendo Santesteban, D. Martín Catalán Cartagena, D. Fermín Arroiz Ororbia y D. Matías Oficialdegui Ganuza) “convencidos de que interesaba mucho a todos que las corralizas no pasaran a manos de extraños y de las grandes ventajas que su adquisición reportaría al vecindario, decidieron comprarlas para el beneficio del procomún”